Leyes de Murphy del acogimiento familiar de menores 1 Diseñando pasados Recordando futuros by F. Javier Romeu Soriano

Presentación

Cae en mi ordenador un ejemplar de “La Ley de Murphy para médicos” y basta leer que “La vena buena siempre está en el otro brazo” para sentir el efecto benefactor de la risa y pensar que un poco de humor en el tema del acogimiento de menores y de la intervención social no nos vendría nada mal. Así que decido ponerme a ello esperando que Arthur Bloch o alguna editorial no me demande.
Pero hay un matiz, el creador de la Ley de Murphy no intentó que sus leyes, corolarios, axiomas, etc tuvieran que ninguna conexión con la realidad. Simplemente lleva al extremo del humor lo que sería una visón fatalista de la vida. Yo voy a ser más modesto. Por un lado mi visón del acogimiento es de “fatalismo esperanzado” y por otro lado pretendo que estas bromas puedan ayudar a pensar sobre el acogimiento. Por eso van a ser “Leyes de Murphy” y algún pequeño comentario poco serio.
Renunciaré a apellidos extranjeros que le darían más “empaque” en favor de apellidos reales como una forma íntima de homenaje a tantos menores, padres, madres, acogedores y técnicos que se han dejado la piel en esto del acogimiento.

Murphylogía del acogimiento familiar (1)
Ley General del acogimiento de menores
Todo acogimiento que pueda ir mal, lo hará
Corolario de Wendy
Todo acogimiento que va bien simplemente está esperando su momento para ir mal
Fórmula de corrección de Romeu-Murgadas
Para saber si un acogimiento está en estado de ir bien o de ir mal es imprescindible preguntarse: ¿comparado con qué?
Proposición de Traval-Paes
Siendo cierta la Ley General del acogimiento de menores y el Corolario de Wendy, el peor acogimiento absoluto es el que no se intenta.

Comentarios poco serios
El acogimiento tiende siempre a ir mal porque es una realidad artifical, impuesta. Desde que la Humanidad existe ha habido acogimientos – yo no estaba ahí pero intenta desdecirme- pero los que existían surgían de una manera que podemos denominar “natural”: el niño acogido por la tribu tras caerle un coco a su madre en la cabeza; el hijo del esclavo vendido de segunda mano; la hija que se quedaba con la abuela durante la vendimia, o los niños del padre que ha ido a por tabaco y de la madre que ha ido a buscarlo. Pero la mayoría de los acogimientos actuales son resueltos por una señora extraña que se llama Administración. Es tan poco natural que todo lo dice y lo escucha por escrito.
Por ello casi todos los acogimientos actuales pueden ir mal y su desarrollo natural es a ir a mal. No obstante hay algunos que no pueden ir mal. Se me ocurren varios ejemplos: el del niño recién nacido o el de la niña recién nacida. Todos los demás pueden ir mal.
Pero hay esperanza. Si tu acogimiento va mal busca el encuentro con otras familias de acogida (si acoges) o con otros técnicos (si tecnificas) No te constará descubrir otro acogimiento que te haga pensar como en el antiguo chiste “Virgencita, virgencita, que me quede como estoy”. Al refrán “Mal de muchos, consuelo de tontos” le podemos dar una vuelta “Un mal más que el de uno, consuelo de listos”. Murphy diría: “Siempre hay un acogimiento peor y es el tuyo”. Pero no está demostrado, tranquilizate.
Quizá la Ley General del Acogimiento de Menores y su Corolario principal sean la causa de que hoy en día todas las sociedades avanzadas se vuelquen en el acogimiento de… perros, gatos, hurones y cerdos enanos así como en salvar ballenas y animales peludos y no en salvar familias vulnerables o acoger niños, niñas o adolescentes. Así que me veo en la obligación de recordar que los niños y niñas son unos animalitos encantadores y los y las adolescentes también son… animales. No están en peligro de extinción pero algunos o algunas están en peligro de institucionalización.
Con todo, esto del acogimiento no es muy distinto a otros fenómenos anti-naturales. Dios no quiera que necesites algún día un corazón nuevo. Se necesitará un enorme esfuerzo humano para encontrarlo, ponertelo y evitar la tendencia natural de tu cuerpo a rechazarlo. Pero ¿a que valdrá la pena todo ese esfuerzo?

Claro que sí. No hay duda. Eres una persona muy maja.
Y eso que no eres ni perro ni una ballena.

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