II Congreso «El Interés Superior del Niño»

El Acogimiento Familiar en el marco de la nueva
Ley de Infancia y Adolescencia


Igual que ya ocurriera el año pasado, este año hemos vuelto a estar presentes en el II Congreso El Interés Superior del Niño, gracias a la invitación de nuestros buenos amigos de FADES.
Esto nos ha permitido escuchar a personalidades de primera fila en el campo del acogimiento familiar, tanto teórico como práctico, al tiempo que hemos podido conocer otras asociaciones que trabajan como nosotros en todos las partes de España.

Jorge Cardona volvió a reiterar principios que no por sabidos tienen menos importancia, tales como que el Interés Superior del Niño no es un derecho discrecional, sino que se regula en ley orgánica y que puede y debe ser invocado ante los tribunales, porque se trata nada menos que del conjunto de los derechos del niño, todos dignos de ser tomados en consideración.
El Interés Superior del Niño se determina de acuerdo con un procedimiento que tenga en cuenta las circunstancias individuales. Con la muy importante observación de que, en caso de conflicto, prevalecerá siempre el Interés Superior del Niño.
Especificaciones importantes de la ley son que el niño debe estar preferentemente en un entorno familiar, la obligación de revisar las medidas de pretección y la necesidad de justificar que un acogimiento temporal supere los dos años. No es de extrañar, pues, que se reclame desde todas las partes interesadas que en este proceso intervengan profesionales especializados, no aficionados o desconocedores de esta ámbito específico.

Se intervino también desde la oficina de la Defensora del Pueblo para decir, entre otras cosas, que el Interés Superior del Niño supone también su derecho a expresar su opinión y a que esta sea tomada en consideración.
Y Javier Huete, Fiscal General Coordinador de Menores, señaló que en el entorno judicial (que Javier Huete calificó de hostil) el menor tiene el derecho de estar asistido por una persona de su confianza, la que él elija.

También pudimos escuchar, a propósito de la situación actual, que en el momento presente ocho millones de niños en todo el mundo son atendidos en instituciones lo que supone un altísmo coste personal para el niño, puesto que el «apego seguro» que se desarrolla en niños acogidos en centros es mínimo. Recordamos aquí que hoy llamamos apego al vínculo emocional que desarrolla el niño con sus padres (o cuidadores) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. El apego seguro es aquel que proporciona un fuerte sentimiento de confianza y seguridad.

A pesar de la muy positiva valoración que se ha hecho a lo largo del congreso del papel de las familias acogedoras como alternativa al acogimiento en centros, pudimos también escuchar críticas en el sentido de que no sea la del acogimiento familiar la opción más frecuente. Cardona afirmó que la priorización en la ley del papel del acogimiento familiar frente al residencial exige un cambio radical del papel de la Administración.

Paloma Fernández, presidenta de ASEAF, dejó claro que el acogimiento necesita de la familia acogedora, una gran dosis de generosidad y entrega desinteresada: «El acogimiento es temporal, pero el amor a los niños es permanente».
Aparentemente hay escasez de familias acogedoras, afirmó Paloma, pero en realidad lo que hay son pocas familias de las que dispone la Administración, porque en realidad el número de familias generosas es grande, lo que hay que hacer es llegar hasta ellas.
Es verdad que las familias harían mejor lo que hacen si tuvieran más medios, pero no van a dejar de hacer lo que hacen por falta de dinero.

Otras aportaciones de interés iban en la dirección de resaltar la importancia de la familia acogedora como puerta de entrada a un ambiente social más amplio y muy enriquecedor para el niño.
Hemos dado solo una pincelada de lo que supuso el congreso cuyas intervenciones completas seguramente pronto podrán verse en internet.

A modo de resumen total nos quedamos con la afirmación de Bronfenbrenner de que para desarrollarse normalmente, todo niño necesita que alguien esté loco por él.

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